Este proyecto nació del desafío de crear vida donde no la había. Un terreno árido, dominado por la piedra, se transformó en un jardín vibrante, lleno de textura, color y movimiento.

Lo que parecía inerte se convirtió en la base para un ecosistema nuevo y autosuficiente.

Parte clave del diseño fue la colocación de césped artificial de la más alta calidad, que aportó uniformidad, funcionalidad y contraste visual sin alterar la armonía del conjunto. Hoy, muchos años después, ese jardín sigue creciendo con fuerza, demostrando que incluso en los lugares más duros puede florecer la belleza si se le da la oportunidad.

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